OTOÑO EN QUEBEC
- NOTI NOAJ

- hace 2 minutos
- 2 Min. de lectura

La mañana está asoleada y nítida; la brisa es constante y fría. Los árboles dejan caer sus hojas copiosamente tanto, que parece lluvia, mientras se arrullan en el viento otoñal, sus copas rasgan el cielo azulísimo matinal, el pasto se tapiza de toda la gama de rubios, ocres y rojos. De todas las estaciones del año, pienso que es el otoño la que despliega la transformación más evidente. En cuestión de días, todo el verdor se transforma en un arcoíris de colores y luego, en pocas semanas, sólo quedan árboles desnudos, expectantes a la primera nevada.
Desde mi ventana observo el dosel que se extiende cual falda multicolor a los pies de una montaña lejana, mientras pienso: “¡cuánta transformación es necesaria para la renovación!”. La renovación de un verano que, al llegar, nos hará olvidar todos los vientos y todas las tempestades que lo antecedieron.
Y esto me lleva a una idea alucinante compartida por el Rabino Lawrence Hajioff, citando a los sabios del pueblo de Israel, y es que antes que se le añadiera la letra “hei” a su nombre al patriarca Abraham, fue un gran intelectual, cualidad que usó como herramienta para descubrir la verdad del monoteísmo. En ese proceso llegó a influenciar a muchas personas para que reconocieran que sólo había Uno, el único D’s. Sin embargo, la divinidad no se le reveló, sino hasta el momento en que D’s le ordenó: “lej leja” (vete para ti). Lo que también se podría leer: “sal de aquí por tu bien”, o, “la aventura está por comenzar, nada de lo que hasta ahora has razonado se compara a lo que te mostraré; ha llegado el momento de elevarte a tu mayor potencial”, etc. Y, ante esta prueba, así como en el resto de las que en su vida tendría, Abraham dijo “sí, aquí estoy”. Sin duda, vinieron altos y bajos, como la Torá lo narra. No obstante, la transformación que asumió de la mano del Creador, lo llevó a una renovación tal que terminó gestando el ADN de lo que sería el pueblo judío. Esto, en sí mismo, fue la creación de lo que, hasta ese momento, aún no se había manifestado en el mundo: los comienzos de un linaje que propiciaría la revelación de la Tora y salvaguardaría su legado para beneficio de todos, judíos y no-judíos.
Quiera el Eterno que el ejemplo de Abraham nos inspire a salir de nuestra zona de confort y decir “sí, aquí estoy”; dispuesto a ser la persona que el Creador sabe que puedo llegar a ser según mi potencial, descubriendo quien soy en ese viaje de autoconocimiento y refinamiento, aportando mi parte para hacer de este mundo un lugar mejor. No será fácil, con toda seguridad, pero habrá valido la pena.





Comentarios