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MEDITACIÓN N° 41TORÁ Y TRABAJO

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MEDITACIÓN N° 41

TORÁ Y TRABAJO 

“Rabán Gamliel, hijo de Rabí Yehudá HaNasí, decía:

“Bello es el estudio de la Torá cuando se combina con el trabajo, porque el esfuerzo conjunto de ambos hace olvidar el pecado.

Y toda Torá que no va acompañada de trabajo acabará por desvanecerse y llevará al pecado.”

                   Pirkei Avot (Ética de los Padres) 2:2

Rabán Gamliel, nieto del gran compilador de la Mishná, Rabí Yehudá HaNasí, enseña aquí un equilibrio esencial entre lo espiritual y lo material.

Él reconoce que el ser humano necesita mantener ocupadas tanto su mente como sus manos.

La Torá ilumina la mente y el alma; el trabajo dignifica, ordena la vida y evita el ocio, que puede ser fuente de tentaciones.

La Torá sin aplicación práctica, ni responsabilidad laboral, puede volverse estéril o arrogante.

El trabajo sin valores espirituales, puede volverse vacío o materialista.

Pero cuando ambos se integran, producen una vida equilibrada, ética y con propósito.

Rashi explica que “trabajo” (“derej eretz”) significa un oficio o medio de vida honesto.

Sin un trabajo que sustente a la persona, dice, el individuo puede terminar robando o dependiendo de otros, lo cual lleva al pecado.

Maimónides (Rambam) en Hiljot Talmud Torá 3:10 enseña:

“Es bueno para el sabio de la Torá tener un oficio que le permita vivir…El estudio de la Torá y el trabajo se complementan y fortalecen mutuamente.”

Rabí Ovadia de Bertinoro agrega:

“El pecado nace del ocio. Cuando uno dedica sus fuerzas tanto al estudio como a su trabajo, no tiene tiempo ni inclinación para el mal.”

Este principio sigue siendo muy actual.

El judaísmo no ve contradicción entre lo sagrado y lo cotidiano: trabajar, crear, producir y servir son parte de la misión divina del ser humano.

Por eso, se considera un ideal que toda persona —judía o noájida— combine el desarrollo espiritual (estudio, reflexión, servicio al Creador) con una vida productiva y ética.


Para la comunidad noájida, este mensaje enseña:

  • Que la espiritualidad no exige abandonar la vida práctica, sino santificarla.

  • Que el trabajo hecho con honestidad y propósito es también un acto de servicio a Dios.

  • Que mantener la mente en la sabiduría divina y las manos en el trabajo justo protege del error y fortalece el carácter moral.

Imagina el equilibrio de dos alas: una es el estudio, la otra el trabajo.

Sin una de ellas, el alma no puede elevarse.

¿Cómo puedes hoy unir tu esfuerzo diario con tu búsqueda de verdad y justicia?


YOJEVED DIFONSO


 
 
 

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