“Las luces de la Menorá (candelabro) y las de la Janukía (candelabro de nueve brazos) sirven al pueblo de Israel de testimonio que toda la luz y alegría de la cual goza en este mundo proviene sólo de la luz que Di-s provee. Aunque parezca tenue en comparación con la de las demás naciones, el pueblo judío desea ser iluminado únicamente con esta luz que ofrece Di-s.
Cuando el Rey Shlomó construyó el Beit HaMikdash (Templo), hizo ventanas a la Casa que eran traslúcidas y estaban selladas (1 Reyes 6:4), eran anchas por fuera y estrechas por dentro, para que el interior irradiara hacia afuera, y no desde afuera hacia el Beit HaMikdash (Templo).
De igual manera, la Menorá (candelabro) que encendía el Kohén Gadol (Sumo Sacerdote) cada tarde no era para iluminar el Beit HaMikdash (Templo), sino que su luz sagrada iluminaba hacia los hogares y las almas de Israel”. (Nosotros en el Tiempo, Eliahu Kitov, Tomo 1)
Así como Shlomó hizo las ventanas del Beit HaMikdash (Templo) grandes hacia el exterior y angostas hacia el interior, para que la luz del Templo iluminara al pueblo hacia afuera, y no dejaba entrar la luz del exterior; de la misma manera nosotros debemos irradiar la luz de la Toráh para que ilumine el lugar donde vivimos, la familia, los amigos, los vecinos, etc., y no permitir que otras luces penetren nuestro ser.
Tenemos que saber que la luz sagrada sólo proviene del Creador, bendito sea Su Nombre, y para obtenerla debemos apegarnos a Él.
Debemos mantener los principios y preceptos de la Toráh, que corresponden a las naciones, tener momentos de tefilá (plegaria) y reflexión que nos lleven a hacer teshuvá (arrepentimiento de nuestras transgresiones y retorno al Eterno, comprometiéndonos a no volver a cometer los mismos errores), dar tzedaká (hacer justicia social), hacer jesed (actos de bondad) como lo hacía el patriarca Abraham, y producir cambios positivos en nuestro ser, logrando ser la mejor versión de nosotros mismos, puliendo nuestras cualidades.
Viviendo una vida repleta de buenas acciones vamos a conseguir ser una luz al mundo, y las personas que puedan ver nuestras buenas acciones, se sentirán atraídas para aprender aquello por lo que logramos cambiar, y tendrán la oportunidad de conocer al Úno y Único Di-s verdadero mediante la luz de la Toráh.
Un poco de luz disipa mucha oscuridad. Brindémosle al mundo de esta preciosa luz sagrada del Eterno, nuestro Di-s.
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