La familia se construye con amor, pero sin duda alguna se sostiene con la confianza. Aprender a confiar en los nuestros no es una tarea fácil. Cuando somos padres, el rol que desempeñamos nos demanda firmeza, ejemplo, seguridad y confianza. Aprender a escuchar es indispensable para saber cómo hablar; esto nos permite comprender a los demás y expresarnos con cariño y afecto.
No es una tarea fácil, ya que nos enfrentamos a un gran desafío cuando hay diferentes edades, etapas de cambios y sus características. Dedicar tiempo de calidad a cada uno de nuestros hijos es esencial; la comunicación genera un ambiente de confianza y no de sospecha.
En lo cotidiano, nos vemos desafiados en la construcción y educación de nuestras familias. Muchas veces nos sentimos frustrados y enojados porque parece que nuestro mensaje no es recibido por los chicos; los valores, cualidades o comportamientos que deseamos inculcarles no siempre son bien recibidos.
En la porción semanal de la Torá Jukat, se nos dice que Moisés fue castigado por su accionar, pero no se aclara mucho sobre cuál fue el error. De allí podemos aprender dos grandes lecciones: no dejar que las acciones de aquellos a quienes enseñamos nos descontrolen y la importancia de cómo hablamos. Esa comunicación constante debe estar impregnada de amor, paciencia y esperanza, aun cuando no veamos (aparentemente) reflejado aquello que estamos enseñando. No debemos colocar a nuestros hijos bajo sospecha; debemos tener la confianza de expresar cómo nos sentimos respecto a un asunto y dejar que ellos expresen sus emociones al respecto, siempre en un ambiente de respeto y tolerancia.
Esto nos permite tener una comunicación clara y consistente, y transmitir los valores, rasgos o comportamientos que deseamos enseñar. La comunicación familiar nos permite tener confianza y fortalecer los lazos afectivos. Debemos tener paciencia y confiar siempre en que el resultado será positivo, aun cuando muchas veces parezca que nuestro mensaje no se filtra.
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