Emuna y Bitajon, ¿un salto cuántico?
- NOTI NOAJ
- 12 jun
- 3 Min. de lectura

En la primavera del 2023, aprovechando dos semanas de merecidas vacaciones, me dirigía al aeropuerto de Montréal cuando Corinne, mi compañera de trabajo, me telefoneó para contarme de la gran tormenta que se avecinaba. ¿Qué tormenta? Pregunté mirando al cielo. Mi cielo estaba claro, pero donde ella estaba ya era estruendoso. Volteé para ver en dirección a su casa, y he aquí, una gran nube negra cubría gran parte de la ciudad, en pocos minutos también envolvería el aeropuerto al cual yo me acercaba rápidamente por la autopista. Me apresuré a descender del taxi y no pasó mucho tiempo cuando todos los vuelos fueron suspendidos hasta que la tormenta pasará. Me pareció una bondad divina que yo no me vi atrapada en la tormenta, más bien llegué en buen tiempo. La tormenta pasó, pero las nubes tenazmente se mantenían cual techo sobre Montréal. Mi vuelo obtuvo el permiso para despegar. Una vez en el aire, era evidente la resistencia casi sólida que ejercían aquellas nubes sobre el fuselaje empeñadísimo en atravesar las grises capas de terciopelo. Después de un ascenso que pareció tomar demasiado tiempo, finalmente emergimos a un cielo diáfano, azulísimo en cuyo horizonte brillaba incólume un sol resplandeciente. Era como otra realidad, otro nivel. Las nubes ya no nos oprimían, ya no nos impedían, se habían transformado en una alfombra algodonada que se explayaba a nuestros pies invitándonos a retozar. Ahora nuestro avión viajaba libre, ligero, sin mayores obstáculos, en un éxtasis de calma.
Reflexioné acerca de aquellos momentos de la vida cuando me he sentido abrumada por las circunstancias, llámese salud, finanzas, familia o limitaciones personales. Justo allí cuando he creído no poder más, H”S usa cualquier medio para hacerme recordar que ninguna adversidad es para siempre, que las nubes son circunstanciales, que por encima de ellas hay un cielo diáfano. Después de todo, las situaciones adversas no son únicamente una oportunidad para desarrollar resiliencia y capacidad de resolución, sino principalmente para apreciar nuestra reacción ante tales eventos. H”S quiere que vea cuánto he avanzado en confianza en Él, en creencia en Él. Él quiere que crea y confíe en Él, así como Él cree y confía en mí. El Eterno, en Su gran bondad, permite situaciones desafiantes, según nuestro nivel en ese momento, con el fin de invitarnos a un salto cuántico. Se trata de hacer descender los conceptos que aprendemos de nuestro rabinos, aquellos que lucen tan claros en nuestra mente, pero que no necesariamente nos han bajado al corazón, y por lo tanto, no es nuestra primera reacción al momento de enfrentar la adversidad. Este salto cuántico nos lleva desde el caos reinante por “debajo de las nubes”, a la realidad incólume e inmutable de la verdad, esa que reina “por encima de las nubes”. Allí donde la energía cambia debido al cambio de actitud, allí donde nos llenamos de luz, allí donde pareciera no haber preguntas.
En la Torá, hay muchos episodios que con frecuencia me hacen pensar en el principio antes expuesto. La parshat Behar nos habla del año shmita: ¿cuánta confianza en El Creador habría que tener para dejar de trabajar por un año entero y hacer bajar de la cabeza al corazón la convicción de que todas las necesidades y compromisos estarían cubiertos para el judío y su familia durante los siguiente tres años? Esto me enseña que me falta mucho para tener verdadera confianza en El Creador, no obstante sé que ése es el objetivo a seguir. La misma parshat nos habla del año del jubileo: ¿cuál situación extrema llevaría a un hombre libre a venderse como esclavo, o a alguien a vender su herencia? Yo, en esas circunstancias habría arañado las paredes de desesperación, sin embargo la Torá me enseña que puedo confiar en H”S, que sólo es una puesta en escena para darme la oportunidad de tener la mejor actitud posible y que al final todo pasa mientras que el músculo de mi confianza crece. Finalmente, la cuenta del Omer nos enseña acerca del trabajo sobre nosotros mismos, un trabajo de elevación y refinamiento que sólo puede tener un desenlace: el salto cuántico.
Cuando asimilamos esta verdad que nos enseña la Torá, nuestro estado mental, nuestra percepción y nuestra visión cambia, no he dicho que sea fácil, pero es el objetivo a alcanzar.
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